Al leer la poesía de Alejandra Zarhi las preguntas me surgen puras: ¿Dónde vive el amor?, ¿dónde lo encontramos?, ¿por qué permanece tan poco tiempo en nosotros?
¿A dónde regresa cuando llega el olvido? Las respuestas, tal vez son indisolubles. Al fin y al cabo ¿quién puede hablar de amor sin equivocarse?
Lo cierto es que en su poesía hay una búsqueda permanente del amor, una sed incontenible, un corazón perpetuo, abierto y latiendo, una cierta melancolía vital nutriendo la esperanza.
Alejandra Zarhi entra en la poesía y vive en ella rasgando el silencio delicadamente, destruyendo el olvido, estirando las rosadas frutas de la piel y las rojas banderas de los besos desde y hacia los rincones íntimos del alma femenina.
Qué pueden decir los desnudos ángeles de la mirada de una mujer enamorada sino sólo palabras fértiles.
Alejandra manifiesta el amor en su poesía con una visión lejana, pero a la vez tan cercana que a veces el pecado nos toca. Explaya delicadas frases y versos simples y eróticos como un cuchillo enteramente adónico, con las verdades dulces y afiladas que en las manos de una mujer habitan. Otras veces, canta con esa ternura inmensa, donde se mezclan la amante, la cómplice dispuesta y la niña jugando y bailando sobre la arena en la orilla del mar.
Entonces, ¿de dónde surge la mujer poeta, la poetisa, la que le canta al amor circulando en sus anillos, la que mira por la ventana observando gaviotas?
La poeta viene desde un jardín amarillo, trémulo y grácil, deshojando flores. Viene en silencio mojada caminando bajo la lluvia y soñando con el beso de un hombre que la pueble. Viene desde el fuego ardoroso de sus uñas, viene de las lágrimas y de las noches que bajan rindiéndose hacia sus desnudos y olvidados pies.
¿A dónde regresa cuando llega el olvido? Las respuestas, tal vez son indisolubles. Al fin y al cabo ¿quién puede hablar de amor sin equivocarse?
Lo cierto es que en su poesía hay una búsqueda permanente del amor, una sed incontenible, un corazón perpetuo, abierto y latiendo, una cierta melancolía vital nutriendo la esperanza.
Alejandra Zarhi entra en la poesía y vive en ella rasgando el silencio delicadamente, destruyendo el olvido, estirando las rosadas frutas de la piel y las rojas banderas de los besos desde y hacia los rincones íntimos del alma femenina.
Qué pueden decir los desnudos ángeles de la mirada de una mujer enamorada sino sólo palabras fértiles.
Alejandra manifiesta el amor en su poesía con una visión lejana, pero a la vez tan cercana que a veces el pecado nos toca. Explaya delicadas frases y versos simples y eróticos como un cuchillo enteramente adónico, con las verdades dulces y afiladas que en las manos de una mujer habitan. Otras veces, canta con esa ternura inmensa, donde se mezclan la amante, la cómplice dispuesta y la niña jugando y bailando sobre la arena en la orilla del mar.
Entonces, ¿de dónde surge la mujer poeta, la poetisa, la que le canta al amor circulando en sus anillos, la que mira por la ventana observando gaviotas?
La poeta viene desde un jardín amarillo, trémulo y grácil, deshojando flores. Viene en silencio mojada caminando bajo la lluvia y soñando con el beso de un hombre que la pueble. Viene desde el fuego ardoroso de sus uñas, viene de las lágrimas y de las noches que bajan rindiéndose hacia sus desnudos y olvidados pies.
Antonio Macera.
Antofagasta-Chile
Antofagasta-Chile
Antonio, muy interesante tu escrito. Ánimo. Te visitaré más veces. Saludos.
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