lunes, 4 de junio de 2012




Verónica
(La que alcanza la victoria - Griego)

En el anillo de tu dedo, en tus pies serenos,
en la musa escondida detrás de tu nombre,
en la guirnalda enarbolada de tu risa
respira el hermoso germen de la alegría.

Así, mes a mes, tu piel altera su beso
y su calendario amoroso libera su rosa desatada.
La eternidad desenvuelve sus números
en tu seno que encierra las vocales del latido.

Es entonces, el círculo redentor de tu cintura,
la lámpara de tus ojos abriendo su cantidad luminosa.
Y esos pequeños cruces que juegan,
dibujando las manzanas de tus mejillas.

Mientras crecen las frutas en tu cuerpo,
se nutre la luz encogida en su nudo,
y el resorte del dolor se estira lentamente
sobre la apretada mariposa amarilla de tu vientre.

Así, la levadura de tu piel desata su crecimiento
hasta que se rasga su nuez malherida,
dilatando un dócil remolino que grita
mientras la vida desanuda sus palomas.


                                            Antofagasta, Febrero de 2004






Melisa
(Dulce como la Miel - Griego)

En la tierra húmeda la luz abre su crecimiento
sus horas diminutas, sus ciegas detonaciones.

Son los latidos que inician su giro,
es la piel encerrada que abre su madurez

Así llegaste, hija, a la vida,
con tus ojos abriendo luces y limones,

con tu llanto deshojando madrugadas
y con tu nombre pintando caracoles.


Antofagasta, Octubre de 2007





Lucía
(La que nació a la Luz del día - Latín)

Has sido llamada por la muerte.
Has enrollado los caracoles en tu almohada.
Has estirado las madrugadas en tu beso.

Así tus pies sacros, tus dedos,
tus palabras un puñado de flechas.
y tu espalda un arco de piedras dolorosas.

Has escondido los números de tu cansancio.
Has olvidado el dolor de tu cabellera.
El vinagre ha tocado tus labios serenos.

Has sido llamada por la muerte,
cuando una voz rasgada como un papel
te besa, te nombra y te hiere la frente.

Qué pueden hacer tus pies o tu nombre dócil,
o la desnudez apuñalada de tus manos,
o tus labios tocando el desvelo de los relojes.

Tu mirada se ha vuelto como la piel de un niño.
Tu voluntad como un nudo inútil,
y tu beso como un girasol pálido y azotado.

Que nada te toque o te lastime.
Que la noche continúe con sus bramidos.
Que el silencio insista con su bullicio.

Así, tus ojos se apagarán como las velas,
tus manos descansarán como palomas vencidas,
porque has sido llamada por la muerte.

Con tu nombre uniéndose lentamente a la tierra
con tus ojos cerrando palabras
… y tu voz abriendo banderas.


a: Lucía Leiva Carvajal (Q.E.P.D)
Antofagasta, Abril de 2008