Verónica
(La
que alcanza la victoria - Griego)
En
el anillo de tu dedo, en tus pies serenos,
en
la musa escondida detrás de tu nombre,
en
la guirnalda enarbolada de tu risa
respira
el hermoso germen de la alegría.
Así,
mes a mes, tu piel altera su beso
y
su calendario amoroso libera su rosa desatada.
La
eternidad desenvuelve sus números
en
tu seno que encierra las vocales del latido.
Es
entonces, el círculo redentor de tu cintura,
la
lámpara de tus ojos abriendo su cantidad luminosa.
Y
esos pequeños cruces que juegan,
dibujando
las manzanas de tus mejillas.
Mientras
crecen las frutas en tu cuerpo,
se
nutre la luz encogida en su nudo,
y
el resorte del dolor se estira lentamente
sobre
la apretada mariposa amarilla de tu vientre.
Así,
la levadura de tu piel desata su crecimiento
hasta
que se rasga su nuez malherida,
dilatando
un dócil remolino que grita
mientras
la vida desanuda sus palomas.
Antofagasta,
Febrero de 2004
Melisa
(Dulce
como la Miel - Griego)
En
la tierra húmeda la luz abre su crecimiento
sus
horas diminutas, sus ciegas detonaciones.
Son
los latidos que inician su giro,
es
la piel encerrada que abre su madurez
Así
llegaste, hija, a la vida,
con
tus ojos abriendo luces y limones,
con
tu llanto deshojando madrugadas
y
con tu nombre pintando caracoles.
Antofagasta,
Octubre de 2007
Lucía
(La
que nació a la Luz del día - Latín)
Has
sido llamada por la muerte.
Has
enrollado los caracoles en tu almohada.
Has
estirado las madrugadas en tu beso.
Así
tus pies sacros, tus dedos,
tus
palabras un puñado de flechas.
y
tu espalda un arco de piedras dolorosas.
Has
escondido los números de tu cansancio.
Has
olvidado el dolor de tu cabellera.
El
vinagre ha tocado tus labios serenos.
Has
sido llamada por la muerte,
cuando
una voz rasgada como un papel
te
besa, te nombra y te hiere la frente.
Qué
pueden hacer tus pies o tu nombre dócil,
o
la desnudez apuñalada de tus manos,
o
tus labios tocando el desvelo de los relojes.
Tu
mirada se ha vuelto como la piel de un niño.
Tu
voluntad como un nudo inútil,
y
tu beso como un girasol pálido y azotado.
Que
nada te toque o te lastime.
Que
la noche continúe con sus bramidos.
Que
el silencio insista con su bullicio.
Así,
tus ojos se apagarán como las velas,
tus
manos descansarán como palomas vencidas,
porque
has sido llamada por la muerte.
Con
tu nombre uniéndose lentamente a la tierra
con
tus ojos cerrando palabras
…
y tu voz abriendo banderas.
a:
Lucía Leiva Carvajal (Q.E.P.D)
Antofagasta,
Abril de 2008
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